Herederos de la confusión

Es humano renegar de la culpa, como todos hacen independientemente del pecado cometido, si es que realmente cometieron alguno. Aunque, en realidad, lo de pecar no es tan sencillo como lo habíamos pintado. ¿Qué es exactamente un pecado? Es una cuestión extraña. La concepción del pecado no es estrictamente religiosa, al menos ya no, y de hecho podría tratarse de una cuestión más práctica que teórica.

¿O no podría ser meramente práctica? Nadie condena la arrogancia de otro ser humano a no ser que la presencie, mientras que la misma vanidad, exacerbada en una mente pero no reflejada más allá, no constituye problema alguno, excepto quizá para la misma persona. Mientras esa misma realidad no se plasme en la existencia objetiva, esto es, compartida, queda eximida de mancha. Así, una lascivia desautorizada nunca será abyecta si no existe más que en el imaginario del anhelante, un odio exacerbado hacia otro semejante cuya tropelía es ser exteriormente distinto es inexistente si nadie puede demostrar su presencia, un placer intenso derivado de la comprobación del fracaso o dolor de otras personas nunca convertirá en vil a su poseedor.

Pero, ¿y si ese pecado sí tuviera eco en la vida, pero de él solo fueran testigos muchos otros seres que lo aceptasen como válido? Si esa concepción colectiva juzgase como inexistente dicha transgresión social, convertiría la mácula en un anodino lance más de un periplo vital. Ni un solo borrón: una mera trayectoria intachable a ese respecto. Y no olvidemos de la gravedad de lo que podemos estar afirmando con esto. Planificadores y ejecutores de redes de pedofilia o prostitución, señores de la guerra arrastrando a su barro a desdichados impúberes, mercaderes que comercian con vidas humanas enviándolas a morir al océano, o incluso haciendo negocio con fracciones de personas, arrancándoles los órganos, troceándolos, descuartizándolos por partes, ya que todos los pedazos de una persona entera no les hacen falta. Todos ellos, todas esas colectividades en sus respectivos ámbitos, jamás incurren en pecado alguno: han normalizado el dolor y la agonía de sus semejantes, y su forma de ganarse la vida es ultrajar sin entrañas la de los mismos; ninguno de sus asociados, subalternos o compañeros en la tarea observará infracción en dicho modo de actuar. No hay falta, no hay culpa,… no hay pecado.

Quizá sea por el fin de las fiestas navideñas que nos trasladamos de nuevo a este mundo. Año nuevo, vida vieja. Puede que hayamos perdido de vista por un instante de nuestras vidas (ya que apenas unas semanas podrían considerarse como tal en el cómputo global de nuestra existencia) todo el mal que se genera a lo largo del ancho mundo. O no “que se genera”, sino “que el ser humano genera”. Cambian los tiempos, pero la maldad de aquellos dispuestos a normalizarla ni se crea ni se destruye: solo se transforma. La atrocidad de las cruentas batallas de antaño, en las que se enviaba a infantes a los que no se les había unificado aún la barba a salir gritando de una trinchera para que otros jóvenes, sin la madurez necesaria para ser conscientes de lo que realmente estaban haciendo, los ejecutasen desde la lejanía, solo ha cambiado en la distancia de la ejecución. Ahora basta con apretar un botón desde kilómetros para extirpar esas almas del manto de la vida terrrenal, lo cual no solo parece reducir el riesgo del atacante, sino que también parece encoger el remordimiento.

Pero la conflagración armada es solo un ejemplo de cómo el ser humano no ha evolucionado tanto como ese dominio consciente desarrollado sobre la tecnología nos ha hecho creer. El corazón de la humanidad sangra, aunque solo en parte. Si tomamos esa naturaleza humana como el conjunto de todos los seres humanos, veremos la herida cauterizada en diversos lugares, con los parches colocados por aquellas personas que se dedican a ensuciar su propia naturaleza, carentes de sensibilidad y empatía. Son incapaces de derramar ni una sola gota de sangre, porque son incapaces de ser humanos ya.

Pero al tomar esa naturaleza humana como el conjunto de cualidades y caracteres propios de los seres humanos, la hemorragia de la humanidad es imparable desde el mismo momento en el que se abrió la herida, hasta el punto de plantearnos una tremebunda cuestión. ¿Cuál es nuestra naturaleza realmente? ¿La que nos impele a vivir en armonía con nuestros semejantes y nosotros mismos, o la que nos mueve a someterlos de una u otra manera para asegurar nuestra acomodación a la existencia? Parece casi imposible discernir cuál es esa naturaleza primigenia, pues se diría que ambos procederes existen desde el origen de nuestra especie.

Parece que la única solución posible es volver a convertirnos en humanos, tal como deseamos entender el concepto de humanidad. Seres benignos por naturaleza. Seres sensibles, seres conscientes de su propia fragilidad y de la ajena, y dispuestos a empatizar con el resto para no permanecer indiferentes ante la desdicha del prójimo. Así habíamos definido la humanidad incluso después de perderla por el camino. Quizá nuestro propósito de año nuevo deba ser el afán por recuperarla, pero no como individuos, sino como especie. Es cierto: tras integrar esta última frase, lo más fácil es pensar que esa encomienda queda absolutamente fuera del alcance de cualquiera de nosotros. No obstante, la frase “piensa globalmente, actúa localmente” no sirve solamente para concienciar sobre el medio ambiente o identificar estrategias empresariales. Todo lo que podamos aportar desde nuestro insignificante rincón en el planeta puede contribuir a que se restituya esa humanidad de la que hemos presumido en muchas etapas de la misma. Expresado de una manera más inspiradora por la Nobel de la Paz Santa Teresa de Calcuta, A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería mucho menos si le faltara una gota. Si realmente nos sentimos humanos, comprenderemos que no podemos desperdiciar ni una sola gota más. Seamos gotas, y conformemos, simple y llanamente, el océano.

Seamos personas, y conformemos, simple y llanamente, la humanidad.

 

 

 

40 comentarios en “Herederos de la confusión

  1. Esta reflexión ya era muy buena, se volvió aún mejor con la cita de la Madre Teresa que es una de mis favoritas. Estar tan expuesto a la violencia termina insensibilizando, hay que escapar de eso y recuperar nuestra humanidad tal como dicen. Saludos, un placer leerlos como siempre 🙂

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    1. Causa infinita tristeza que una persona pueda adaptarse al mundo sometiendo a otro semejante y acabar normalizando dicha conducta, pero aunque nos resulte crudo es una realidad existente y con nuestros propios medios, con nuestra propia gota, tenemos que luchar para que nadie acabe normalizando algo así.
      Siempre es un placer tenerte por aquí, Coremi 🙂

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    1. Es cierto que hemos retornado con párrafos más crudos que de costumbre (la verdad es que parece que hemos dejado sin palabras a otros potenciales comentaristas, quién sabe), pero sigue existiendo una realidad incómoda y cruel que, más cerca o más lejos, convive a nuestro alrededor. Lo único que nos queda es convertirnos en un goteo cada vez más fuerte e intentar evitar que llegue algún fontanero malvado a extinguir nuestro devenir.
      Y si encima intenta cobrarnos el desplazamiento, no te digo ná…

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  2. ¡Seamos gotas! Me encanta. Me uno al océano. Yo siempre digo que una montaña está formada por minúsculos granos de arena y cuando yo hago una aportación a esta sociedad,no hago más que aportar un minúsculo grano de arena. Pero cuantos más granos de arena, más sumamos… En fin. Muy buena reflexión y la canción es entrañable.
    Saludos al Otro Mundo 😉

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  3. Desde que el mundo es mundo siempre han existido grupos pequeños que han sometido a importantes grupos de semejantes. Ya sea por religión, raza, identidad o género, a unos se les ha considerado inferiores a los otros, lo que significaba que ésos, que se consideraban inferiores, eran tratados como mera mercancías.
    Han pasado los siglos y las cosas no han cambiado demasiado, quizá sean más sutiles en algunos casos, pero, si miramos a nuestro alrededor, vemos como las aberraciones son continuas en todas las partes del mundo… se ha convertido en algo tan habitual y tan proclamado por los medios de comunicación que parece que nos hemos vuelto insensibles a ellas. Miramos hacia otro lado mientras no nos afecte…
    Tenéis razón, todos tenemos el derecho y el deber de intentar mejorar el mundo y aunque individualmente parece que se puede hacer poco, seguro que algo se puede, porque si cada día, al encontrarnos con ese vecino gruñón que nunca saluda, le damos los buenos días, seguramente llegará un dìa en que nos devolverá el saludo. Ese sería un propósito muy pequeño, pero al día siguiente intentaríamos uno un poco más difícil y otro día otro y otro… son esas pequeñas gotas de humanidad las que pueden cambiar el mundo, ¡qué bien lo habéis expresado!
    Un abrazo para los dos (uno para cada uno, mejor)

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    1. «Han pasado los siglos y las cosas no han cambiado demasiado»… Así es, tal como lo has expresado. Algunas formas de explotación han cambiado y otras no tanto, han aparecido algunas nuevas y nosotros nos sentimos pequeños ante tanta barbarie. Pero sí, podemos aportar nuestro granito de arena e intentar recuperar desde nuestro rinconcito toda la humanidad posible para compartir con nuestra desorientada especie.
      Llévate un abrazo de cada uno, y así no tenemos que ir compartiendo uno solo para todos.

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  4. Magnífica reflexión. He pasado mucho tiempo tratando a personas destrozadas,anuladas, por la culpa, útil y utilizada como arma de opresión. Culpa o pecado = manipulación… Tu visión me parece la más sensata, la más comprometida en nuestro día a día, con quién tenemos al lado, «gotas con gotas» que se unen en torrente… Sigamos sumando, tardará, pero llegará.

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    1. Cierto, el proceso será largo incluso después de ser un torrente, pero la verdad es que el río moldea la faz del planeta, erosionando y dándole la forma más adecuada para él.
      Si nos convertimos en ese río, podremos darle la forma correcta a la humanidad.
      Gracias por tu comentario, ¡un saludo!

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  5. «desarrollaba por vez primera su idea básica de que el principio de la vida era el Mal. El relato en sí, sin embargo, narraba la historia de un acto ético, es decir, el acaecimiento del Bien. Explicaba, concretamente , que se puede obrar el Bien en la vida, cuyo principio es el Mal…»(liquidación – Imre Kertész)

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  6. Interesante artículo que me hace pensar en toda la gente (que es muchísima) que trabajan como simples obreros en la construcción de una sociedad mejor, y su trabajo es silencioso, sin alardes ni recompensas ni fariseismos. Ellos hacen que la Humanidad sea realmente Humanidad y nos hacen despertar un poco ese sentimiento que a veces parece dormido, pero no muerto.

    Gracias

    Un cordial saludo

    Lluis López Sanz

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    1. A colación de tu comentario, puede que parte del problema sea precisamente que esos mentados obreros que construyen esa sociedad mejor pasan a menudo de puntillas, sin que gran parte del resto de personas sepan de su labor y del bien que produce esta. En el bando contrario, todo lo que provoca mal hace mucho más ruido y nos llama más la atención, llegando a hacernos pensar que no hay solución posible ante tal avalancha de iniquidad.
      Esperemos que algún día, sumando un constante esfuerzo de todos, podamos darle la vuelta a la tortilla.
      Muchas gracias por el comentario, Lluis. ¡Un saludo!

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  7. Pingback: Crónicas del Otro Mundo | Blog de Juan Gregorio

  8. Recuperare umanità e compassione per combattere il peccato che altro non è che la mancanza o la perduta etica morale che dovrebbe governare indistintamente dalle religioni e dalle regole.
    Grazie del tuo bellissimo articolo e grazie soprattutto del tuo saluto al mio blog.
    Sherabientot

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    1. Ciao Asia, benvenuta nel nostro blog! La verità è che noi capiamo l’italiano ma non lo padroneggiamo molto, ma per aiutarci c’è sempre un traduttore! Siamo lieti che tu abbia apprezzato la nostra pubblicazione. Inoltre, è vero che la canzone di Michael Jackson è molto buona.
      Grazie mille per averci visitato, Asia. Saluti!

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  9. Lo humano es un valor que adquirimos al nacer, así que no creo que se pierda mientras vivamos, hasta el asesino o pecador más perdido, debe mostrar una gota de humanidad al menos en la intimidad. El año pasado sufrimos en mi país Venezuela, interminables persecusiones de policias y militares, los ciudadanos fuimos agredidos repetidas veces y algunos no sobrevivieron, hoy en día nos estamos muriendo de hambre y enfermedades; entre tantos comentarios en FB, que se hacían al respecto entre abril y julio 2017, alguien aconsejaba mostrar a la utoridad una cara amigable, para no ser masacrados a bombazos, pero que difícil es sonreir en medio de una nube de gas lacrimógeno, las gotas esas con las que contribuimos a este mar de humanidad, eran saladas. Gracias por esta maravillosa reflexión!

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    1. Resulta complicado contestar a tu comentario, Carolina. Resulta complicado leer testimonios como el tuyo, comprobar de primera mano como unas personas atentan contra otras, como se suceden las víctimas y se derraman las lágrimas. Pero, sobre todo, resulta complicado entender como algunas de esas personas afectadas, como lo eres tú, después de todo lo que has vivido, no pierdes la fe en la existencia de ese ‘algo’ al que llamamos humanidad dentro de todos y cada uno de nosotros. Resulta admirable.
      Muchas gracias por pasarte y compartir tus vivencias con nosotros, Carolina. Un abrazo.

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