La biblioteca más pobre de España (II)

Carrús. El nombre del barrio más pobre de España es Carrús.

Lo cual también es información sesgada, porque, como ya ha quedado reflejado, dentro del barrio existen escisiones que podrían antojarse ficticias, pero que los datos no nos dejan rebatir. Lo más curioso es que ya existían divisiones dentro de Carrús, pero ninguno de sus conciudadanos era capaz de afirmar con certeza dónde comenzaban y morían los límites de dichas subsecciones. El Toscar resultaba el ejemplo más paradigmático de esta paradoja, pues no es otra cosa que un barrio dentro del barrio, una unidad cuyos límites nadie comprende a ciencia cierta (“nadie”, mejor entrecomillado, porque aquí cada uno tiene su propia opinión y es de suponer, además, que quien maneje información técnica sobre el territorio lo sabrá de verdad. Nos referimos a nadie sobre el terreno, nadie de andar por casa), y quizá esa neblina en lo que se refiere a su interpretación, esa vaguedad respecto a su delimitación, es la que no permite visos de duda acerca de su pertenencia a Carrús. Sabemos que El Toscar existe, y de hecho sabemos qué cosas existen dentro de El Toscar: el Colegio Público El Toscar, el Centro de Salud El Toscar, el Polideportivo El Toscar… pero nadie en El Toscar puede aseverar hasta donde alcanzan los tentáculos de su propio barrio, por lo que toda el área que rodea las zonas en las que se ubican estos edificios así bautizados son embargadas por ese ente denominado Carrús, abrazándolo, albergando el dichoso cúmulo de inmuebles etiquetados con un “Toscar” en sus rótulos, acunando al barrio dentro del barrio como al recién nacido en el regazo de la madre de alquiler.

Tras esta explicación, asemejaría que es de pura lógica el hecho de que el mentado barrio denominado El Toscar apareciese en el calamitoso informe de marras como el tercer barrio más pobre de España.

Y, sin embargo, lo convertía todo en mucho más absurdo.

Las tajaduras que el ente estatal había efectuado sobre el mapa disponían que la mitad oriental de la barriada se llamaría Carrús Este y sería pobre, dado que su código postal apenas poseía rédito bancario que se pudiese rastrear. Su hermano occidental, afortunado y craso en comparación, debía celebrar su opulencia (o, al menos, su salva de la quema), mas la evidencia de que el hemisferio rico de Carrús Oeste compartiese código postal con El Toscar, que, recordemos, había obtenido la medalla de bronce de la escasez nacional según fuentes capitalinas, no es que inundase de escepticismo los sesos de todos los aludidos por dicha investigación, sino que les abrió los ojos de par en par, vislumbrando la enorme falacia que suponía aquel sainete fiscal. Todos sabíamos que Carrús Este, El Toscar y Carrús Oeste compartían rentas similares, aunque también nos abríamos a un nuevo punto de vista en el cual no formábamos parte de un todo, por mucho que la mitad de nosotros no se hubiese arruinado de la noche a la mañana. No obstante, eso último, con los datos en la mano, nadie lo podía refutar.

A sabiendas de que todo era una gran mentira, pocas noches después del trauma informativo o financiero (no sabemos muy bien en cuál de esos dos ámbitos sería más adecuado catalogarlo), nos fuimos a dormir como si nunca hubiese acontecido: aquella carnavalada se había disipado por completo de nuestras mentes. Habíamos olvidado el chiste porque, en el fondo, no tenía gracia.

Sin embargo, todavía quedaba gente que no había cogido el chiste y, por eso mismo, se negaba a soltarlo.

Nos dimos cuenta de ello muchos meses después, cuando a través de la prensa local nos fue revelada la inminente visita de Su Majestad la Reina a una de las escuelas públicas municipales sita en una de esas coordenadas que ni siquiera nosotros mismos nos sentimos hábiles para descifrar si pertenecen a Carrús o El Toscar, y tampoco comprendíamos qué mosca había picado a la Casa Real para dedicarnos una cortesía de tamaño postín. Carecía de explicación, puesto que, a la hora de albergar tal honor, no éramos nadie.

Con algo de esfuerzo fuimos recordando que quizá no fuésemos nadie, pero justo eso era lo que parecíamos ser. Lo advertimos gracias a los medios nacionales, que nos señalaban con el dedo por lo que el ya remoto estudio fiscal que apenas evocábamos afirmaba que éramos. Y el resultado fue que la visita oficial de la monarca al oficialmente barrio más pobre convertía en oficial nuestra indigencia. Si esta era auténtica o no, eso carecía total, completa y absolutamente de relevancia.

Y así, nuestra pobreza se convirtió en oficial.

12 comentarios en “La biblioteca más pobre de España (II)

  1. Una buena conclusión, algunas cosas sólo existen cuando alguien las señala con el dedo.

    Viví durante un tiempo en uno de esos barrios con diferentes nombres en su interior. Era extraño ver a gente tan orgullosa de vivir a un lado o al contrario de esas líneas imaginarias.. pero, claro, pensé, pasa lo mismo con los países, ¿no?

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    1. Aunque no es el caso de estos lares, quizá porque ni los propios vecinos podemos aseverar dónde comienza y acaba El Toscar y ni siquiera supiésemos que existía más de un Carrús, es muy cierto (y, desde luego, alucinante) que los seres se construyan una identidad concreta y, sobre todo, que las diferencia lo más posible del congénere al otro lado de unas líneas que nunca han existido y que, a pesar de su inexistencia, han fluctuado con las épocas, se han movido hacia los lados, etc.
      Si es que los humanos damos para mucho…

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    1. Carlos no da puntada sin hilo… Pues a ese respecto puede que no sea reconocimiento internacional, pero a nivel local, tras casi un lustro de medallas de oro en pobreza anuales, el consistorio lleva intentando llevar a cabo proyectos grandilocuentes en el barrio (que no significa necesarios, y en ocasiones hasta mal vistos por los vecinos), contra los que la oposición pelea sin descanso hasta que se los llevan a otro barrio, para entonces acusar a los ediles de romper sus promesas con el barrio más pobre de España. El caso más paradigmático viene a ser el proyecto de un Palacio de Congresos (que, a priori, la ciudad no requiere porque no se puede decir que el Centro de Congresos actual esté estresado), que ningún actor quería en Carrús (Carrús Este para más señas, aunque en dicha ubicación, si cruzabas la calle, de súbito te encontrabas en el otro Carrús opulento) a excepción del Ayuntamiento, y probablemente lo quería allí solo cara a la galería.
      Sea como fuere, tras años de disputas, el proyecto del mentado Palacio se va a otra barriada y todos están contentos, a excepción de la oposición que, 24 horas después, cambió de parecer y atacó por ese desfalco inicuo al pobrecito Carrús.
      Y como dices, tras mil proyectos y palabras, nada trastoca la realidad. Si dicha realidad fuera tan cruda como la venden cada año cuando toca estadística nacional nos cabrearíamos, pero como tampoco es para tanto… pues aquí estamos.

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      1. Acá estamos, en medio de este páramo, tras picar y repicar en la vana promesa de una nueva sede para la pinacoteca nacional ubicada en un vetusto palacio ducal primorosamente restaurado con fondos municipales. Acá estamos cuatro gatos, de ellos tres son viejos y dos tontos. Cuídate.

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    1. Pues ya que lo preguntas, cuando comencé a escribir todo esto pretendía ser el inicio de un relato o novela que transcurriera o se iniciara en esa biblioteca. El tema es que, conforme iba escribiendo, lo único que brotaba era una opinión sobre la realidad mediática del barrio, de ahí que se titule como biblioteca pero el contenido verse sobre la barriada una y otra vez, sin hacerle mucho caso a nuestra institución favorita. Mi lectora beta también me comento sobre la primera entrega que no lo veía claro, así que abandoné de buenas a primeras la intención de crear una ficción a partir de ahí y me limité simplemente a seguir plasmando una opinión sobre la «bipolar» situación de Carrús a pie de calle y en los medios, por lo que dentro de poco habrá un nuevo post titulado ‘La biblioteca más pobre de España (III)», o quizás «(III y IV)», para finiquitarlo todo en tres sentadas y no empachar con más de un trío de entradas sobre el pobrecito Carrús.
      «Pobrecito» Carrús, nunca mejor dicho…

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      1. Bueno, bueno, tampoco es para tanto… todos sabemos que después del «(II)» va el «(III)», además de que los seguidores del Otro Mundo, gracias a la tremenda perspicacia que se desprende del hecho de ser followers de este blog, no pican en los ciberanzuelos. ¡Pues menudos sois todos vosotros!
        Esto viene siendo clickbait + peloteo, qué duda cabe…

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  2. Sin límites precisos sobre donde empieza una zona del barrio y donde termina su vecina, con habitantes que se sienten identificados según a la que ellos creen pertenecer… una mezcla subjetiva cuando, realmente, eso no importa; el barrio es el barrio.
    Ahora bien, si la visita monárquica puede conducir a determinar todo lo anterior con exactitud, alguien puede llegar a pensar que la cosa ya toma otro cariz… aunque esté equivocado.
    Buen testimonio. Gracias por compartirlo.
    Un saludo.

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    1. Contemplando con retrospectiva, se me antoja que ni los mismos organizadores de Casa Real atendieron en ningún momento cómo se denominaba la zona concreta de la visita… lo único cierto es que el citado colegio se llevó una mano de pintura para que estuviese más presentable ante la monarquía que, de cualquier otra manera, habría tardado bastantes más años en serle asignada desde el Ayuntamiento.
      ¿No hay mal que por bien no venga?
      Ni idea, simplemente estaremos atentos a la siguiente noticia sobre el barrio que aparezca en prensa nacional, para ver si merece la pena.
      Muchas gracias por pasarte y comentar. ¡Un saludo!

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  3. Pues mira, para algo sirven las estúpidas «etiquetas» de los medios de comunicación, que salen a la luz para distraer a la población de los temas importantes. Porque, además de enterarme dónde está el barrio de Carrús, me han permitido conocer el comedor Al Taufik, donde se ayuda a la gente del barrio, con un plato de comida y el cariño de personas concienciadas. Y eso lo habéis logrado con un blog. ¡Chapeau!

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