La victoria de Martina

Hasta que no arribó el momento de aproximarse al púlpito, Eva no comprendió el brete en el que se encontraba. No dejaba de resultar todo un honor haber sido designada para recitar la lectura que daría cierre a la ceremonia, pero ¿qué más se podía añadir? Tan solo con echar un vistazo a su hermano pequeño y su nueva cuñada, enamorados, radiantes y rociados por mutuas lágrimas, sabía que sobraban las palabras.

No obstante, conforme aposentó su guion en el atril, entendió que también era importante compartir con todos los presentes lo plasmado en aquellas páginas.

Los contrayentes aguardaban con anhelo su discurso, y no pensaba decepcionarlos en un día tan trascendental para ellos.

Existen dos escollos universales que aíslan nuestras vidas de las de los demás: la distancia y el tiempo. La primera se empeña en evitar que estrechemos nuestros lazos, pero, si le dedicamos un esfuerzo verdadero, es un obstáculo que fácilmente podemos burlar: no en vano, la mitad de los presentes hemos franqueado cientos de kilómetros para ser testigos de este momento mágico.

La concurrencia comentó jocosa aquella afirmación, pues la inmensa mayoría había recorrido más de trescientos kilómetros hasta aquella parroquia, rescatada de los recuerdos de la infancia de la novia para formar de nuevo parte de su feliz presente.

Sin embargo —prosiguió Eva—, el tiempo no es tan fácil de embaucar. El tiempo puede eternizarse cuando requerimos su fugacidad, o escaparse de entre los dedos cuando daríamos todo lo que somos para que durase un solo segundo más. El tiempo puede ser benefactor o verdugo, aliado o enemigo, y, en la mayoría de ocasiones, no está en nuestras manos decidir cuál es su papel en nuestro devenir. Tan solo podemos fluir a través de él, tratando de administrarlo juiciosamente, de atesorarlo cuando es precioso, y también de dedicar nuestra existencia a encauzarlo paso a paso hacia momentos como el que hoy presenciamos. Quizá no nos estemos dando cuenta, pero ahora mismo, aquí, delante de Fátima y Sergio, estamos asistiendo al único triunfo que el tiempo se honra en brindar a los seres humanos.

Eva demoró su plática, conminándose a expresar lo que deseaba con la fuerza que requería la ocasión. ¿Sería capaz de evidenciar cuán hermosa y a la vez indescifrable resultaba la serendipia que había llevado a los recién casados a conocerse?

Porque el tiempo obligó a Fátima a fluir a través del mapa, a encarar una vida nómada camuflada por metas volantes, por afán de adquirir sabiduría y experiencia. Porque el tiempo obligó a Fátima a interpretar varios personajes: ayer el de enfermera, hoy el de diseñadora, y mañana enfundándose de nuevo la cofia, siempre mirando de reojo los diseños de la siguiente colección. Porque el tiempo, invisible de por sí, amenazó a Fátima con evaporarse más rápidamente si no batallaba a brazo partido contra la despiadada enfermedad del zodiaco. Y Fátima fluyó, fluyó a través del tiempo con trabajo y sacrificio, y logró encauzarlo hasta aquí.

La sombra del cáncer superado por la novia nubló durante unos instantes el que estaba destinado a ser el día más feliz de los cónyuges, pero Eva no permitió que dicha evocación permaneciese en aquel escenario ni un solo segundo más.

Y el tiempo obligó a Sergio a fluir a través de la existencia, a adaptarse a las circunstancias sin que a nadie le importase demasiado si estaba de acuerdo o no con ellas. Y el tiempo obligó a Sergio a interpretar varios personajes: ayer el de diseñador gráfico, hoy el de impresor, mañana el de cristalero, siempre mirando de reojo la caja de costura. Y quizás, solo quizás, Sergio se encontró en algún momento más perdido de lo que nunca reconoció a nadie, pero cuando la vida le exigió apretar los dientes y seguir hacia adelante, en lugar de protestar, fluyó, fluyó a través del tiempo con trabajo y sacrificio, y logró encauzarlo hasta aquí.

El novio posó los ojos en los de la ponente, preguntándose cómo era posible que hubiese desentrañado sus reflexiones más íntimas, las que jamás había sido capaz de verbalizar, y Eva le retuvo la mirada, descifrando sus pensamientos. Era su hermana mayor, y compartió su vida con él desde el justo instante en que este nació. ¿Cómo esperaba Sergio que no le conociese mejor que él mismo? Tras dedicarle una fugaz pero cariñosa carantoña, Eva continuó.

Y mucho antes de encauzarlos hasta aquí, el tiempo los encaminó hacia una ciudad ajena para ambos, cuando no eran más que un par de extraños que solo acumulaban ganas de vivir, el sincero anhelo de la felicidad y un montón de muebles descoyuntados que ensamblar. Y lo cierto era que, aparte de montar un par de estanterías, no tenía por qué suceder nada entre ellos. Pero sucedió. Aunque Fátima no lo planease, aunque Sergio solo aspirase a prestar un poco de ayuda, sucedió. No solo fueron las tablas las que encajaron con armonía, sino que, a pesar de que entonces apenas lo vislumbraban, también encajaron sus vidas.

La oradora realizó una exigua pausa, tan solo para elevar una sonrisa a los flamantes desposados: quería compartir su felicidad. Solo entonces se permitió proseguir.

Por eso hemos dicho que hoy estamos asistiendo al único triunfo que el tiempo se honra en brindar a los seres humanos: el amor. Ninguno de nosotros puede vencer al tiempo, porque eso es imposible, pero hoy somos testigos de algo mucho mejor: Sergio y Fátima, a través del amor, lo han convertido en su aliado. La única victoria sobre el tiempo consiste en conseguir que valga la pena vivirlo, y eso es lo que están refrendando delante de nuestros ojos. Han encauzado sus dos existencias hasta fundirlas en una sola línea temporal, en un único camino que transitar juntos, y ya no habrán más ciudades ajenas para ninguno porque su hogar tan solo estará al lado del otro, y jamás se encontrarán desamparados y perdidos ante las adversidades, porque estas los sorprenderán con alguien dispuesto a combatirlas a su lado.

Marido y mujer se contemplaron, dándose a entender en silencio que, aunque aquellas palabras no hubiesen brotado de sus respectivos labios, prometían cumplirlas hasta su último aliento.

Y como es el amor —insistió Eva— el único capaz de celebrar una victoria tras enfrentarse al tiempo, Fátima y Sergio trascenderán al mismo por medio de la pequeña Martina. Cuando ellos den por finalizada su confluencia a través del tiempo, una parte de cada uno los sobrevivirá a través del fruto de su amor. Pero no estamos aquí para vaticinios sobre un futuro que nadie conoce, sino para celebrar en el presente cierta victoria del amor.

Eva, sintiéndose triunfal, se dirigió entonces solo a los novios.

La vuestra. Fátima, Sergio: juntos tenéis todo el tiempo del mundo por delante, pero hoy todos nosotros celebramos vuestro momento. Disfrutadlo.

Algunos asistentes aplaudieron; otros, dejándose llevar por la emoción, se vieron abocados al llanto, pero todos festejaron a su manera el éxito del amor sobre todas las cosas. Mientras tanto, con sus diecisiete meses justos de vida y envuelta en el gracioso vestido rojo confeccionado con devoción por la diplomada en enfermería que devino en afamada diseñadora de moda y madre, Martina simplemente sonreía, ajena a su victoria sobre el tiempo.

*****

Pero… pero… ¿pero qué pinta el relato de una boda en el Otro Mundo y con ese nivel de concreción? ¿Se les ha ido la pinza para siempre a los chicos de LCDOM? La respuesta a la segunda cuestión siempre ha sido sí porque ya sabéis que eso no es de ahora, pero lo del relato nupcial es posible explicarlo con mayor detenimiento.

Hemos de remontarnos un par de años para comenzar la historia, una época en la que ni siquiera sabíamos que los microorganismos virulentos podían portar corona, y tal ignorancia nos reportaba una felicidad que ignorábamos. La que no ignoraba su dicha era cierta parejita afincada en Elche, que, radiante y colmada de jolgorio, contaba los meses que restaban para un enlace matrimonial que aguardaba con alegría. Durante los preparativos se les ocurrió la feliz idea de que, como colofón para la ceremonia, podían pedir a su primo “el escritor” que redactase y leyese un poco de su historia común delante de la concurrencia.

A estas alturas no hace falta demasiada imaginación para deducir quién era ese primo “escritor”, servidor, a quien la feliz idea le supuso un súbito nubarrón de pánico insondable mientras la alegre pareja le proponía lo que, valga la redundancia, se le antojaba una feliz idea. Pero ese primo “escritor”, presa de un acceso de miedo debido a que en ese momento no tenía convenientemente sujeta su fobia social (este es otro melón por abrir, pero, como reiteraba Michael Ende, “esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión”), confesó que no, que no podía, que no no no, que lo sentía, que no no no, etc. Como nadie quería incomodar ni defraudar a la otra parte, finalmente se pactó sin traumatizar a nadie que el escritor escribiera y que otro, cualquier otro, fuese el encargado de leer lo plasmado en el papel. Si mágicamente nos teletransportásemos al día de autos, podríamos contemplar a la hermana mayor del novio recitando lo redactado por su primo, aunque igual eso, si habéis leído el relato anterior, ya lo sospechábais.

Poquito después de la boda acontecida en tierras granadinas, ya de vuelta en la ciudad de las palmeras, se acomete un diálogo entre la feliz pareja y el primo “escritor” bastante parecido a este:

Oye, si queréis, podemos intentar convertir el ‘speech’ que hicimos para la boda en un relato y enviarlo a un certamen. Ganar no va a ganar nada, pero tengo en mente un concurso de relatos románticos que, si vuelven a celebrarlo, creo que podríamos colar el relato en la antología que publican después con algunos participantes. Vamos, que, si colase, tendríais un cacho de vuestra boda publicada en un libro, y podríais tener ese libro en el showroom y, cuando entrase una clienta, le podríais decir “¿Vas de boda? Pues la nuestra sale en ese libro…”, y todo eso.

Pues si nos lo vendes así, como para decirte que no.

Vale, pues entonces es esencial que no colguéis el escrito en ninguna parte: tiene que permanecer inexorablemente inédito.

Vale, por nosotros bien, pero ten en cuenta que hay unos cuantos móviles con el video de ese momento.

Vale… pues mientras nadie lo publique, a mí me vale.

Pues vale.

Vale pues.

Y como a todos nos valía todo, incluso que yo empezase diciendo speech, que no es un vocablo que suela emplear pero ya hemos dicho que valía todo, se maquetó lo redactado para su declamación durante el enlace envolviéndolo con el contexto que creí percibir en el ambiente, e inventándome lo que sentía mi prima Eva mientras lo leía porque, oye, si un primo es catalogado como “escritor”, significa que tiene licencia para permitirse idems poéticas. Por otra parte, lo expuesto en el relato como leído por ella es, palabra por palabra, la composición expuesta en la boda, respetando el espíritu original de aquel instante.

Y sí, por si alguien se lo sigue preguntando: logramos colar el relato en la antología del concurso de marras. Tiene que molar eso de tener publicado por ahí un cachito de tu boda; desde luego, yo me alegro por ellos. Me habría alegrado más todavía de haber ganado el certamen, pero ya les dije yo que ganar, lo que es ganar, no íbamos a ganar…

Y nada más, aparte de saciar vuestro último ápice de curiosidad, ese que lleváis arrastrando desde que habéis leído en el texto eso de diseñadora: el primo Sergio se casó con la nueva (ya no tan nueva) prima Fátima Angulo.

13 comentarios en “La victoria de Martina

    1. Pues mira: tras poner en común tu comentario con el grupo de primos, Eva ha confesado que sí se veía capaz de sembrar el pánico desde el púlpito, bien a través de la palabra o por medio de arma de fuego, mientras que después hemos pensado en varios ‘giros oscuros’. Por poner un ejemplo, otra de las primas extraería de su mantilla (sí, llevaba mantilla, ese tipo de primas me tocan) a su difunta años ha rata albina, pero en plan zombie, comiendo gente (preferiblemente de la otra familia): es lo que llamaríamos giro ‘oscuro pero albino’.
      Al final hemos decidido que esto huele a serie, que todos los capítulos empiezan con Eva contando el mismo discursito pero en cada episodio hay un giro oscuro distinto. Si alcanza más de una temporada, ya hablaremos de colocarte en los créditos como cocreador, en eso quedamos.

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  1. No voy a negar que con el relato he disfrutado muchísimo; pero, la situación que se dio antes del evento que condujo a escribirlo, y las conclusiones puestas sobre la mesa tras la celebración, me han resultado de lo más singular.
    Muchas gracias por compartirlo.
    ¡Un saludo!

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    1. Nos alegramos de que disfrutases con la lectura. En muchas ocasiones detrás de un relato existe una contracrónica que resulta complementaria, y en esta ocasión hemos pensado que no tenía demasiado sentido plasmar aquí el relato sin su intrahistoria.
      Sea como fuere, gracias por pasarte, leer y comentar. ¡Un saludo!

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