Diario de cuarentena vol. II

¿Permanecéis en vuestro cabales tras tamaña época de confinamiento? Nosotros sí, pero que conste que es mentira. Como prometí en su día, clausuré el diario por desavenencias con la directiva murciana, aunque, según a quién le preguntéis, también puede ser mentira. Sea como fuere, días después de abandonarlo, tuve la necesidad irreprochable de retomarlo debido a un antojo gastronómico. También podemos añadir como motivos el enriquecimiento léxico y la enajenación transitoria que ya va camino de perenne, como demuestra que siga tecleando en lugar de, simple y llanamente, copiar y pegar la continuación del diario de cuarentena:

CUARENTENA. DÍA… ¿15?
Echo de menos los chipirones.
Los chipirones son los hijos de los calamares, y cuando salgamos de aquí ya habrán crecido y se habrán hecho unos calamares de pro, y ya no habrá más chipirones. Se habrán hecho mayores, pasado su adolescencia y su edad del pavo submarino, y se habrán matriculado en la Universidad de los Chipirones, la UChi, y se habrán graduado en Derecho Submarino, y en Psicología Submarina, y en Periodismo Submarino, y realmente no sé si existen carreras que no sean submarinas en la UChi. Biblioteconomía Submarina no hay, seguro, porque los libros se mojarían, así que no creo que sea una profesión con futuro para los calamares graduados. Supongo que resulta un futuro mejor para ellos que acabar delante de mí, descuartizados y enharinados como chipirones a la andaluza.
También echaré de menos a la andaluza.

CUARENTENA. DÍA 16.
Yo los chipirones, pero mi huertana echa de menos los paparajotes. Con ese nombre, no podían ser otra cosa que un postre murciano consistente en una hoja de limonero envuelta en masa frita. Dicha hoja sirve para dos cosas:
1) Darle sabor a la masa.
2) Propiciar que los murcianos que te acompañan mientras pruebas por primera vez un paparajote (dado que, si no hay un murciano delante que te diga lo que es y te anime a probarlo, no lo haces) se descojonen de ti cuando muerdes la hoja de limonero, puesto que, como cualquier confinado normal, concibes que si a una comida le introduces un relleno, este se ha colocado ahí para comerse. Y no, no es el caso. ¿Cómo se va a comer, si es una hoja de árbol?
Encuéntrale sentido, aparte de por reírte del lego, a colocar un relleno en una comida para que dicho relleno no se coma. No, las hojas de laurel no se ponen como relleno, sino que se colocan en el meollo y después se retiran como si nada. No, los huesos y semillas no se ponen como relleno, ya estaban ahí sin poder evitarlo. No, la sorpresa del huevo kinder no tiene vela en este entierro.
Creo que mi murciana no extraña el sabor del paparajote.
Creo que echa de menos mi cara de estupefacción al encontrarme la hoja de limonero y no saber si tenía que arrancarla de un bocado y masticarla.
No me extraña: a día de hoy, sigo sin entenderlo…

CUARENTENA. DÍA 17.
Algo muy turbio está sucediendo en el mundo de los certámenes literarios. Puedo entender que se aplacen indefinidamente las entregas de premios dada la situación actual, pero… ¿por qué se posponen también los fallos de dichos concursos? ¿Acaso tienen algo mejor que hacer los miembros del jurado confinados en sus casas que leer los relatos que se han comprometido a leer, sin que otra labor agote su valioso tiempo? ¿Y si dichos jurados están aprovechando que los demás estamos encerrados en nuestros hogares para abandonarlos subrepticiamente y acudir a mesones clandestinos para comerse mis chipirones?
Dado que los chipirones son como el carro de Manolo Escobar, es decir, que donde quiera que estén mis chipirones son míos, llegaré al fondo de este asunto.

CUARENTENA. DÍA 19.
NECESITO devolver ese libro a la biblioteca. Sí, es cierto que las bibliotecas, ante el estado de alarma, han prorrogado todos los préstamos de documentos y no habrá ningún atisbo de sanción cuando lo pueda devolver, pero no se trata de eso. El problema es que ese libro es de la biblioteca y tendría que estar allí, en su correspondiente estante, y no está en la biblioteca, en su correspondiente estante, sino que está aquí, en su correspondiente nada. Y no lo puedo colocar en mi estantería, porque no es su sitio (y punto), ni a la vista para que no se me olvide devolverlo, porque entonces lo veo y recuerdo que NECESITO devolverlo, ni esconderlo, porque entonces NECESITO recordarlo para que no se me olvide devolverlo.
Mi murciana dice que me parezco a Sheldon Cooper. Me lo tomaría como un halago, si no fuese porque ya me ha aclarado que no es en la inteligencia donde ve el parecido…

CUARENTENA. DÍA 20.
El castellano es un idioma maravilloso. Teniendo en cuenta que en esta zona circunscrita al barrio más pobre de España la palabra «perolas» evoca coloquial e instintivamente a los atributos pectorales femeninos, cuando la murciana me ha dicho que antiguamente en casa de sus abuelos «hacían perolas» no me ha quedado más remedio que imaginarme a su padre y a sus trece hermanos vestidos de cirujanos plásticos, haciendo todos a la vez operaciones de aumento de pecho en un quirófano ubicado en el corral donde una vez vi a la cerda más grande de la historia (aunque como la susodicha porcina era murciana no era cerda, sino chata).
Me da que no va por ahí la cosa, pero soñar es gratis y cosas más raras se han visto.

CUARENTENA. DÍA 21.
A los que insistís en que deje de quejarme y aprenda murciano de una vez: a los ya mentados paparajotes y aletría podemos sumar lo de hacer perolas que se refiere a preparar alcaciles, ¡obviamente!, pero también podemos añadir pasto seco, michirones y zarangollo, y, si eso, alguna pava (que está claro que no es la hembra del pavo). De las bajocas y los pésoles no me quejo porque son palabras de origen catalán que en valenciano se pronuncian igual, así que esas están bajo control. Y esto solo son 5 minutos en la cocina, no nos vamos a meter en los diversos cortes de chatos y cherros.
Vosotros aprended, que ya padezco yo.
Pd: La Coca·Cola no se desbrava sino que se desbreva, esto es, no se le quita la bravura sino… ¿la breva?

CUARENTENA. DÍA 22.
En un estado intermedio entre la vigilia y el sueño, hoy me he despertado escuchando aplausos, vítores y el inconfundible sonido del batir de huevos. La conclusión lógica a la que ha llegado mi cerebro, que aún no había estrenado el día, es que a todos los vecinos se les había ido la olla y estaban ovacionando a un audaz conciudadano que había decidido elaborar una tortilla en pleno balcón. Con unos segundos más de rodaje, mi intelecto ha decidido que los gritos de «guapa, guapa, guapa, y bonita, bonita, bonita» se antojaban excesivos para una tortilla en ciernes, dado que todavía no podían saber si, en efecto, la tortilla iba a quedar bonita (x3).
Que después, despierto y con las TIC, es muy fácil enterarse de que la gente aplaudía por ser Domingo de Ramos, pero así de buenas a primeras no resulta tan sencillo para neuronas que llevan siglos sin contacto con otro ser humano.
(Entendiendo que la murciana no cuenta a priori como ser humano porque, de ser así, habría desarrollado mi mismo idioma)

CUARENTENA. DÍA 23.
He descubierto que, contra todo pronóstico, yo tengo más posibilidades de sobrevivir a la cuarentena que la murciana. Esto no podría darse de forma natural, claro, porque le llevo un porrón de años de ventaja en el calendario y además soy varón, lo que significa que palmaré antes que ella como L’Oréal: porque yo lo valgo. Pero al sumar la variable «otros murcianos», la huertana que me acompaña muestra menor capacidad de supervivencia.
Resumiendo: que ha pactado con sus primos filmar «retos» en casa y compartir dichos videos entre ellos, para que todos puedan reírse de cómo se restan salud unos a otros.
Comenzaron con lo que denominan retos «de flexibilidad», que consisten básicamente en coger el palo de una escoba o tirarse al suelo para, acto seguido, descoyuntarse la articulación que tengan más a mano. Tras los tres primeros días mi murciana apenas puede mover el hombro izquierdo, pero, ¡oh, sorpresa!, no tiene nada que ver con los desafíos en los que se ha maltratado el susodicho, sino que se debe a «una mala postura durmiendo». En este aspecto, puedo empatizar con ella: los cuarentones también echamos mano de una «versión oficial» cuando volvemos cojeando tras jugar una pachanga al fútbol con nuestros contemporáneos, así que la lesión deriva tras haber trastabillado en la escalera al subir o tras tropezar al salir del coche, pero nunca, nunca, nos lesionamos en la actividad lúdica que hemos decidido realizar como ocio. No obstante, cada día que pasa, temo por la vida de la murciana. Ayer el reto versaba sobre mantener la respiración dentro de un barreño con agua, y yo sé que esta criatura tiene la capacidad de convertir cualquier cosa que se antoje imposible en la pura realidad: si se lo propone, se puede apañar para ahogarse en dos centímetros cúbicos de agua (aunque después en el epitafio se me obligase a escribir «se ahogó en un cubo por una mala postura durmiendo»).

No sé a qué reto se enfrentarán hoy, pero, por si acaso, procuro vivir con ella cada día como si fuera el último.

29 comentarios en “Diario de cuarentena vol. II

  1. Joder! No te imaginas cómo me he reído con esta entrada. Un amigo y yo siempre hemos tenido la teoría de que en Murcia pasan las cosas más raras (que salen en las noticias) pero lo cuentas con un desparpajo y una gracia que esta noche cerraré los ojos con la imagen de una perdona comiéndose un paparajote con hoja incluida. 😂😂😂😂 Sigue escribiendo por favor.

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    1. Iba a responderte argumentando que no hacía falta que soñases a alguien comiéndose la hoja del limonero, que seguro que eso ha ocurrido y seguirá ocurriendo, pero como resulta que el siguiente comentario del post ha dado fe de ello ya no hay que darle más vueltas.
      Lo que sí he de desmentir es que en Murcia pasen cosas raras. Yo viví más de 5 años allí y lo desmiento categóricamente… por el mero hecho de que allí no son catalogadas como raras, sino como el pan nuestro de cada día (siempre y cuando dicho pan nuestro lleve una hoja de limonero dentro, claro).
      Gracias por pasarte, ¡un saludo!

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    1. Pues mira, yo calculo que con 3 o 4 retos «de flexibilidad» más, Michel y Bones tienen cena gratis. Lo que ocurre es que me parece que más de un murciano se ha hecho daño con esos retos y por eso están derivando hacia otros en los que te matas sin hacerte daño articular, como el de intentar ahogarse en un barreño.
      Lo único que sé es que hay demasiados retos para tan pocos epitafios…

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    1. Mi murciana no está muy por la labor de escribir un diario, pero, más o menos, se puede decir que su familia aborigen está redactando el otro lado del espejo a través del mío. Es decir, suelo compartir en facebook las entradas diarias de forma separada, y el feedback de contactos murcianos es, a su manera, la otra cara de la moneda. A través de sus comentarios podemos deducir que a todos los murcianos les apetece un paparajote en cuanto alguien los invoca, que la hoja no se come a no ser que te apetezca tener buen aliento (¿?) y que si dices en otra parte de España que la Coca·Cola se desbreva, por lo que sea, es verdad que te miran raro.
      Mira que a veces no los entiendo, pero me tienen ganado.

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  2. ¡Qué buen rato! esa murciana es todo un fenómeno, una mujer con lo que hay que tener. Y te tiene bien agarrado… pues ya hablas el murciano con toda fluidez. Yo, sin embargo, me he perdido con todo ese vocabulario, y es que Murcia me pilla un poco lejos.
    Y acompáñala en los retos, no seas cobardica, en esta cuarentena hay que hacer las cosas «a dos».
    Abrazos.

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    1. Tienes toda la razón: los retos de la murciana, a dos… a dos habitaciones de distancia me mantengo cuando los hace, porque cuando me la encuentro haciendo uno sin previo aviso me asusto (y esto es un avance de la tercera entrega del diario, no digo más).
      En facebook también hubo quien me preguntó por los significados de cada cosa porque no pillaban una… Lógico y normal, porque a excepción de los platos típicos que en todas partes tienen un nombre de lo más particular, nunca entenderé como una alcachofa pudo acabar siendo una perola en alguna parte del mundo.
      ¡Y me pilla al lado!

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    1. Gracias, José Ángel. Antaño utilizábamos la expresión «en estos días inciertos» sin saber que los días inciertos estaban por llegar, y, ahora que ya están aquí, pugnamos por evadirnos de ellos de la manera que sea. Y si hay que echar mano de Murcia, ¡bienvenida sea!
      Gracias por pasarte, ¡un saludo!

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    1. Vale, no hay mal que 100 años dure, pero… ¿y sanción de la biblioteca que dure 100 años? Ese sería un asunto más complicado. Sea como fuere, el libro de la biblioteca se encuentra sobre la estantería. No es su sitio, pero de momento ambos (el libro y yo) tendremos que aguantar esta situación como mejor podamos.
      Gracias por pasarte, Nancy. ¡Un saludo!

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