¿Capítulos cortos o largos? Desconocemos si Stephen King tiene opinión al respecto, es más una cuestión que lanzamos al aire sin preocuparnos de lo que puedan aconsejarnos los asesores literarios (lo cual no quiere decir que no nos importe, que los despreciemos o que no podamos juzgar interesante su opinión). Sabemos per se que la longitud de los capítulos dependerá de lo que demande la historia, de si requiere un ritmo pausado o necesita una mayor agilidad, al mismo tiempo que también irá en función del momento de la narración. Al fin y al cabo, todo puede (debe) confluir en una misma novela para que la receta salga como se pretende. Aun así, la extensión de esos capítulos puede ser irrelevante o un pecado capital, ¿no? Un lector tiene derecho a descansar, por mucho que le esté gustando un libro. Ese mismo lector tiene derecho a abandonar la novela justo después de acabar un capítulo, ya que puede que no le guste dejar uno a medias. Quizá no sería educado por nuestra parte plantarle un capítulo de 61 páginas para imponerle que no se aleje del ejemplar quiera o no porque, quién sabe, igual hasta tiene vida más allá de los libros. Sí, existen leyendas que aseveran dicha barbaridad, lectores con vidas paralelas…
Durante la travesía por el Otro Mundo hemos comprobado que nuestro prisma al respecto ha cambiado. En LCDOM priman los capítulos largos, y algunos lo son demasiado. El culpable, el ímpetu de autores noveles que querían demostrarse que eran más autores que noveles, amparados en que para ser escritor hay que escribir, y cuanto más escribas, más escritor serás. Novatos… No nos extraña que se nos fuese la historia a casi mil páginas: al parecer, queríamos demostrarnos muchas cosas. Empero, ya hemos renunciado a los capítulos de 61 páginas, aunque no rehusamos a los todos, como la última parte de LCDOM, que es un todo o no sería nada, y por ello no admite interrupción. Sea como fuere, las próximas obras no penalizarán a ese ficticio lector mitológico que tiene vida más allá de los libros.
No obstante, en el Otro Mundo existe una pequeña anomalía, un capítulo exiguo, un aborto si lo comparamos con el resto de sus hermanos, que dice más de lo que cuenta, o cuenta más de lo que dice, no lo tenemos claro. Sito casi al comienzo de la obra pero nacido tras el finiquito de la misma, al igual que la totalidad de la primera parte de la historia. Y hoy, al menos a nosotros, nos llama la atención por su singularidad, ya que, dada la longitud de todo lo que le rodea, parece un romanesco brotado en mitad de un robledal. Insignificante en tamaño, significante en su idea. He aquí nuestra langosta azul:
Capítulo 3: Una terrible visión
— Cariño, ¿cómo está el agua, la sientes fría?
La madre enjabonaba a su hijo dentro de una bañera blanca. La piel del niño, del mismo color, parecía confundirse con el pálido fondo.
— ¡Mamá!
Abría los brazos para agarrarse a su cuello, pero la madre, sonriente, apartaba la cara para no mojarse más. Aquella mujer que lo estaba bañando tenía el mismo rostro que la enfermera que lo había atendido por última vez en el centro de investigación, aquella que tenía los rizos dorados y unos pequeños labios como de botón, que se abrían dejando entrever una blanca y cuidada dentadura. Aquella que le llevó hasta el coche y que se despidió con una desprendida lágrima sobre su mejilla, y que después fue reprendida delante de él por aquel gesto.
El cielo era de un azul radiante, unos pequeños cúmulos de nubes surcaban lentamente el inmenso lienzo. El niño chapoteaba con sus manos en el agua, quería jugar. Su madre estaba de rodillas junto a la bañera, sus brazos remangados se encontraban llenos de espuma: se les veía muy felices a los dos.
Pasaba el tiempo y el niño seguía jugando, pero algo extraño sucedió. Los brazos de su madre se habían quedado inmóviles dentro de la bañera. El niño agarraba la mano de su madre intentándola mover, pero no podía. Entonces miró su rostro y lo vio igual de quieto: ni siquiera pestañeaba.
— Mamá, mamá, ¿qué te pasa?
Sus pequeñas manos se agarraban al rostro de su madre, no sabía lo que estaba ocurriendo. Tenía miedo y empezó a llorar. Algo llamó entonces su atención. Había visto unas extrañas luces en el cielo. Levantó su cabeza por encima de la bañera, su vista se perdía en el vasto horizonte; podía ver el mar. El ruido que el agua producía al chapotear en la bañera cesó súbitamente, todo se quedó en silencio, hasta su propia voz. ¿Qué estaba ocurriendo? Llevó sus manos a la garganta, despacio. Cada vez el tiempo transcurría más despacio. Entonces una luz brillante, cegadora, surgió del mar. Intentó cubrirse, pero esta parecía traspasar su piel. La radiosidad comenzó a remitir, y entonces una enorme columna de humo se irguió sobre el horizonte, abriéndose hacia el cielo como una gigantesca seta. Una ola de fuego cabalgaba sobre los campos; un ruido ensordecedor la acompañaba. El niño gritaba, pero su voz se negaba a salir. Se giró y vio a su madre, inmóvil, en la misma posición. Quería avisarla pero fue inútil, el fuego lo quemó todo, menos a él y a la bañera, y la imagen de su madre se consumió terriblemente ante sus ojos. Su casa saltó en pedazos, el suelo hirvió furiosamente, pero allí dentro no ocurrió nada, estaba a salvo. Pronto todo se volvió blanco, pronto todo desapareció.
El niño creció en aquel silencio, sin que pasara más tiempo que el ir y venir de la consciencia. Entonces, el Frank Hopper de doce años caminaba despacio entre las oscuras ruinas de lo que un día fue una bonita ciudad. Las fachadas de los edificios se encontraban derruidas, mostrando a los ojos del pequeño caminante los devastados secretos que guardaban en su interior. Milagrosamente, algunas lámparas seguían colgando en el techo de algunos pisos, en los que también se podían ver varios armarios quemados y algunos espejos en los que, en múltiples reflejos, se veía la cara del niño mirando con asombro desde abajo.
No había nadie, las calles estaban vacías, tan solo las escombreras parecían habitar dentro de aquel mundo lleno de ausencias. Una ráfaga de viento, que se deslizaba sutilmente por el arenoso suelo, levantaba en pequeños remolinos una nube de polvo que le obligó a cubrirse los ojos. Justo cuando la pequeña corriente se alejaba, escurriéndose entre los orificios de las ruinas, creyó escuchar una voz.
— Mira… mira lo que nos ha hecho.
La voz sonaba silbando entre delicados giros de viento, y tras ella, sobre el suelo, descubrió una extraña sombra. Era parecida a la suya, pero esta se encontraba inmóvil, grabada sobre el pavimento oscurecido en un tono más claro, como si el fuego hubiera encontrado en aquel cuerpo una pequeña barrera que no tardó en consumir, pero que, sin embargo, en su ciego empeño, había dejado constancia de su trágico final, dibujando con sus brazos en el aire la última de sus voluntades: sobrevivir.
La imagen de aquella sombra le aterrorizó cuando vio la suya propia al lado. «Era un niño como yo», se dijo, agachándose y abriendo la palma de su mano. La apoyó sobre la parte de la sombra en la que se intuían unos borrosos dedos. «Es igual», repitió para sus adentros. Entonces sopló un gran vendaval, y toda la arena y pequeños escombros que se encontraban esparcidos por la calle se elevaron en el aire, en un arrebato de furia eólica espontánea, despejando el pavimento en el que, terroríficamente, quedaron descubiertas un sin fin de sombras parecidas que se retorcían en diferentes posturas, marcándose funestamente sobre la cenicienta calzada.
Caminó sobrecogido entre las sombras. Podía sentir su dolor, escuchar sus gritos entre un incesante rugir de llamas. Cerca de allí había una figura tirada en el suelo, y que parecía sujetar algo entre sus brazos: una pequeña redondez asomaba entre ellos. Era una madre y su hijo.
— ¿Mamá?
Se echó a tierra, rasgando con sus pequeños dedos los contornos de la sombra que dibujaban la cabeza. Sus lágrimas caían sobre el suelo. Intentaba abrazarla, hincando sus manos sobre el asfalto, pero era inútil y su llanto rompió con más fuerza. El polvo se pegaba a sus labios agrietados, cortados por el calor sofocante que golpeaba desde el cielo. Su frente se apoyaba contra el rostro invisible que se manifestaba como una pequeña claridad entre las cenizas.
De súbito, mecido por el viento pasajero, cesó su llanto y sus párpados, que aún permanecían enrojecidos e hinchados, comenzaron a desplomarse sumiéndolo en un triste sueño. Frank siguió en el suelo, encogido en una postura fetal al lado de la sombra que tanto había llorado y que, por alguna extraña razón, le recordaba a su madre inventada. Las demás siluetas lo rodeaban, como una macabra danza de lánguidos y borrosos cuerpos que se extendía por toda la calle hacia el final mismo de las escombreras.
«El extraño misterio de la longitud del capítulo»: el escritor miró satisfecho las letras que surgieron en la pantalla desde sus dedos. Levantó estos del teclado y los crujió. Pensó que un café le vendría bien y comenzó a procrastinar…
Por suerte desde este lado del prisma de la torpeza y la vagancia, tal cuestión de longitudes —que yo calificaría de superficies ocupadas o de masa de tintas— no ha lugar: es la ventaja de escribir relatos. Sí, vale, alguno lo hemos tenido que hacer trocitos, pero la longitud es casi intrascendente en tanto en cuanto que cada relato es ya de por sí una fracción, un bocado, digerible.
En cuanto a los capítulos LCDOM, no puedo opinar. Bueno, en realidad sí, es que quería quedar como una persona modesta. Lo cierto es que soy de digestión fácil y si la obra entretiene, no me importa tanto la división de los capítulos. No es una como una película vista sin anuncios, que puede provocar un colapso renal por no ir al baño.
Por cierto, curiosa obsesión la que tiene LCDOM por las escombreras. Estupendas atmósferas de decadencia, misterio e inquietud que aparece de forma recurrente por la obra.
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Para curioso lo del verbo procrastinar. Se ha puesto de moda hasta el punto de parecer una palabra clave a gestionar dentro del proceso de mejora laboral, mental, holístico… Después lo buscas en la RAE y te escupe dos meros sinónimos como definición, pero dos términos de esos de toda la vida. Es cierto que a los juntaletras lo de procrastinar nos hace un papelón porque es el tipo de palabra que da el pego en una narración, pero también es un poco gato por liebre. Pero gato esfinge por liebre con mixomatosis, así de explícito.
Con tu pasión por los micros, como para decirnos que el tamaño no te importa… Pero bueno, te lo dejamos pasar por el halago para el Otro Mundo. Lo bien que nos hubieses venido como miembro del jurado de algún certamen dado el peloteo hacia LCDOM…
Sobre todo a Vistinu, por lo que hemos intuido por su comportamiento, le gustaban las escombreras. Bueno, o eso, o es que se le iba la mano con lo suyo.
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Decidir si un capítulo ha de ser largo o corto, no es tarea fácil. Tampoco lo es desechar escenas, diálogos y situaciones que, por una razón o otra no tienen cabida en el relato o novela. En el caso de los relatos (cortos) porque esos fragmentos los harían más largos, en el caso de las novelas porque quizás los personajes decidieron, en algún momento de su andadura, tomar otro rumbo. A mi modo de ver, la parte más difícil de la producción literaria es el „Ensamblaje“.Muchas Gracias por vuestro Post!. Un saludo!
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Suponemos que lo que nos gusta a todos es que sea la historia la que decida cuándo sigue o cuándo se aplaza hasta un próximo episodio. Lo malo es que, en ocasiones, por lo de ser los que la escribimos y todo eso, también queremos tener voz y voto en nuestra propia historia, y, claro, los retoños literarios a veces se nos rebotan. Debes saber tan bien como nosotros que, cuando los personajes toman las riendas, les da igual lo que les digamos. Y no atienden a razones, los jodíos…
En nuestro caso actual concreto, escribimos más corto porque, aparte de tener ese objetivo en mente, las historias nos permiten hacerlo. No sabemos si LCDOM nos lo habría permitido, la verdad, pero sí nos ha parecido aprender a compartamentalizar a partir de lo redactado en esa primera novela.
Gracias por el comentario, Emma. ¡Un saludo!
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Os he de dar la razón. A veces tú dices por dónde hay que ir, y ellos toman justo la dirección cotraria, te retiran el saludo o desaparecen sin dejar sehnas…. ;). Los capítulos cortos, al igual que las frases, dan agilidad a la acción.
Muchas Gracias a vosotros!. Un saludo!
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Malditos personajes, a veces nos llevan por la calle de la amargura… Que no se pongan chulos, o cuando recuperemos su control, ¡zasca, giro de los acontecimientos y casilla de salida tras su ídem de tono!
¡Saludos de vuelta!
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Y entonces escribo la temida frase «Y se sentaron a esperar»….. 🙂 Un saludo!
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Yo creo que la historia manda, pero también creo que los manuales de escrituras no dirán lo mismo, con esa tendencia a calcular absolutamente (😉) todo antes de empezar a escribir.
Lo que sí sé es por qué este capítulo es tan corto: solo cuatro…
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¿Solo cuatro? ¿Solo cuatro qué? ¿Cuatro romanescos, cuatro robles, cuatro cubatas durante el capítulo? Sabemos que solo cuatro adverbios no puede ser, y cuatro inspiraciones tampoco, porque, entre otras cosas, moriríamos ahogados.
Qué maestra del suspense estás hecha…
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Pues si no he contado mal, sí que son cuatro adverbios terminados en… 🤫
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Pues hemos de disentir, evidentemente.
Que nos pasará a nosotros con las ciudadanas de Oñati, que nunca acabamos de entenderlas del todo…
Pd (a pesar de no haber ninguna data). El libro actual que desfila ante mis ojos sigue con la misma puntería que los dos anteriores, transcribo una frase que te va a gustar:
«Winston Niles Rumfoord era otra cosa, moralmente, espacialmente, socialmente,
sexualmente y eléctricamente hablando».
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¡Chúpate esa, Stephen King!
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«Sí, existen leyendas que aseveran dicha barbaridad, lectores con vidas paralelas…» Jajaja, aunque suene increíble, puede que sea cierto.
Creo, en mi humilde opinión de lectora, que la longitud dependerá de cómo se cuente la historia. Supongo que habrá capítulos que precisen de mayor extensión y otros tantos que no. A saber.
Y sí, que sí me acuerdo que los capítulos de LCDOM eran largos en su mayoría. Pero, por fortuna, soy de esas lectoras que no se molestan en dejar el capítulo a medias. A menos que esté en pleno hype y tenga que dejar la lectura por motivos que le competan a mi vida paralela… que no es que diga que la tenga, pero dejo abierta la posibilidad.
En fin, largos o cortos, ¡lo importante es la historia! ¡Y bienaventurados los que se atrevan a contarla! ¡Un abrazo! 🤗
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Vaya, ten cuidado con los vicios, porque pueden ser perjudiciales para tu salud. Nos referimos como vicio a tu vida paralela, por supuesto, porque puede alejarte de la lectura más tiempo del necesario y… no podemos seguir, es demasiado horrible para expresarlo.
¡Abrazos de vuelta!
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Very interesting writing. I am mostly a nonfiction writer, but this was well done. I am not much of a good one for critiquing any kind of fiction or sci-fi, etc., but I think the first part especially was well written. A little too much happened in the next couple of paragraphs where everything started to dissolve. But as I said, I am not a good judge of this type of story. I think overall though, your command of the written word is very good.
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Thank you very much for your comment, Anne. Any constructive criticism is welcome because it’s the only way that a novel writer can improve his writing. Regards!
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Creo que la longitud de un capítulo depende de lo que la historia demande. Sé que también hay autores que se imponen límites de palabras para que todos sean iguales. Personalmente soy de esas personas que deja el libro en donde le cuadre, nunca aguardo a finalizar el capítulo, así que la longitud no es algo ni en lo que me fije mucho ni que me influya.
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Lo cierto es que, a veces, la historia hace lo que le da la gana con su autor, y si ella no quiere que el capítulo se acabe, es complicado/imposible detenerla. Quizá nuestro afán de dominar los capítulos se dé por vencido a las primeras de cambio, quién sabe.
No deja de ser una ventaja poder dejar la lectura donde uno quiera. Muchos lo hacemos de forma natural, pero hay gente a la que le incomoda. Todos tenemos manías, pero, en fin, mientras no nos alejen de la lectura…
Muchas gracias por el comentario, Frida. ¡Un saludo!
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El número de páginas —que sí, que sí… Soy un clásico que lee libros a la antigua usanza— y el interés que puede despertar un libro no suelen ir parejos; hay peñazos de veinte páginas y hasta micropeñazos de siete líneas. Y luego están aquellos cuyo grosor y número de capítulos pasan al plano de la indiferencia porque te quedas prendido a las palabras y con ellas viajas ajeno al tiempo transcurrido.
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¡Micropeñazos, nos ha encantado el término! Y ya es bastante mérito que una escritura ínfima se convierta en peñazo, eso no está al alcance de todos.
En fin, de acuerdo contigo en que la historia trasciende al número de páginas del tocho, o del número de palabras del micro.
¡Un saludo!
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Personalmente me inclino más por capítulos no muy largos, pero yo creo que por comodidad, no me gusta dejar un capítulo a medias y como leo a ratos perdidos (que en realidad no son ratos perdidos sino ratos encontrados y disfrutados) me cuesta encontrar momentos para capítulos largos. Por eso aproveché las vacaciones para leer LCDOM que, sinceramente, no me importó la largura de sus capítulos.
Lo importante, en el fondo, es la historia, si una historia me engancha la longitud de los capítulos es intrascendente para mí.
Por cierto ese capítulo está muy bien.
Abrazos.
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He aquí una lectora que prefiere consumir por episodios, ¡por fin encontramos una! Ya creíamos que era una leyenda urbana o que lo habíamos soñado. Aunque seguimos todos de acuerdo en que la longitud de los capítulos pasa a un segundo o tercer plano cuando la historia en la que se embarca uno es amena.
Asimismo, gracias, siempre gracias, por los piropos al Otro Mundo. ¡Más abrazos!
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❤️
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I seriously appreciate your blog, you have good information. However, I am sad that my Spanish reading abilities have become so horribly bad. I had about 4 years of Spanish language in High School and University, and now, it seems so long ago I was able to read Spanish pretty comprehensively. Now, many years of Not practicing Spanish, and my abilities are very limited. So frustrating. Not your fault, nobody’s fault but my own for not continuing to practice. What little I can understand, I do enjoy your blog! Maybe your blog will help refresh my abilities to read Spanish.
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It’s normal to lose skills if them have not been practiced for a long time, but if you have a good base as it seems, you will surely recover a good level of Spanish soon. For our part be welcome to our blog, and congrats for your site!
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Thank You ! Muchas gracias!
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«Empero, ya hemos renunciado a los capítulos de 61 páginas […]»
Esta palabra, empero, la leí por primera vez en los libros de misterio juveniles de supuestamente Alfred Hitchcok «Los tres investigadores». La usaban con demasiada frecuencia y cogí manía. Me pareció siempre rebuscada … ja ja ja
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¿Empero, rebuscada? ¡Nunca!
Rebuscadísima la define mejor, sin lugar a dudas. Empero, hay que darle un respiro de vez en cuando a los nobstantes y sinembargos, que ellos no disfrutan de días moscosos.
Pero has abierto un tema de mucho interés: la importancia de los traductores en la literatura. Los emperos en nuestro idioma suenan poco naturales, ¿debería haberlos sustituido el traductor, haberlos ido variando por otras fórmulas análogas, o limitarse a ser fidedigno, trasladando la cacofonía original de la que hablas? Es un trabajo difícil del que, como lectores, no reparamos a no ser que sea para criticar una traducción, obviando que, cuando una novela convertida a nuestro idioma nos gusta, parte de responsabilidad la tiene dicho profesional.
Hala, hay que ver para lo que ha dado tu anuncio de manía por ‘empero’…
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Reblogueó esto en luisfliguery comentado:
es impresionante
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¡Hola! Que increíble el contenido que nos compartes, espero que te encuentres muy bien. Cómo llevas la cuarentena, yo hice una reflexión y te invito a que pases a verla.🤍🙋🏻♀️
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